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Léonie Aviat
Madre Francisca de Sales
La Fundadora de la Congregación de las
Hermanas Oblatas de San Francisco de Sales
Léonie Aviat nació el 16 de
setiembre de 1844, en Sézanne, Francia.
Fue bautizada al día siguiente. Sus
padres, Theodore Aviat y Emilie
Caillot, eran honestos comerciantes.
A los 11 años, Léonie fue como
pensionista a la Escuela del
Monasterio de la Visitación, en
Troyes. Dios ya estaba preparándola
para la misión que había
previsto para ella. En ese tiempo, la Madre
Marie de Sales Chappuis era Superiora del
monasterio y Padre
Brisson era el capellán. Instruida e
inspirada por estos dos grandes
siervos de Dios, Léonie hizo la
Primera Santa Comunión y recibió la
Confirmación, el 2 de julio de 1856,
de manos del Obispo Coeur de
Troyes.
Durante sus cinco años en la
Visitación, ella desarrollaba sus
cualidades humanas e intelectuales; bajo la
orientación de la Madre
Chappuis, abría su corazón al
esplendor de la gracia de Dios.
La Madre Chappuis era notable para prever los
problemas sociales de
su tiempo. Entre los amigos del monasterio,
encontraba bienhechores
para el emprendimiento de Padre Brisson en
favor de jóvenes
obreras. Padre Brisson era un sacerdote muy
activo, dispuesto a
acoger a todo el mundo, gracias a su
comprensión y caridad. Sin
embargo, en medio de sus diversas
actividades, era un gran
contemplativo: "Necesito de Dios. Es un
hambre que me devora...",
escribió en su agenda.
En esta escuela, donde reinaban una fe viva y
el amor de Dios, Léonie
era educada para ser, con Padre Brisson, la
Fundadora de la
Congregación de las Hermanas Oblatas
de San Francisco de Sales,
ayudándole en su obra en favor de las
jóvenes obreras.
Antes de dejar la escuela, a los 16
años, se dio cuenta de que tenía
vocación religiosa. Pidió
consejo a Madre Chappuis que le dijo: "Lo
que Dios está preparando para ti no
está pronto aún; deja que Él obre
en ti... y haz siempre su Santa
Voluntad".
Al volver a Sézanne, descubrió
que sus padres deseaban que
completase su preparación para la
vida, con vistas a un matrimonio.
Fue presentada a un joven rico que era
considerado muy apropiado
por su familia. Sin embargo, por primera vez
en su vida, Léonie no era
de la misma opinión que su padre; ella
quería ser religiosa. La
oposición paterna era fuerte:
"Léonie tuvo que esperar hasta tener
21 años. En el transcurso de los
años de espera, su vocación
específica fue decidida por un incidente
insignificante. Un día entró en
el taller de óptica de las jóvenes
obreras, en Sézanne. Este contacto le
despertó inmediatamente un
ardiente deseo de entregarse enteramente al
apostolado y a la mejora
de vida de las jóvenes obreras... Dios
le inspiró esta ansiosa atracción
en el corazón como una chispa que iba
a transformarla en Fundadora
de las Hermanas Oblatas de San Francisco de
Sales".
Aproximadamente a mediados del siglo XIX,
había una rápida
expansión de la industria textil en
Troyes y, consecuentemente, una
falta de personal obrero femenino. Manadas de
jóvenes del interior
venían para la ciudad en busca de
aventuras. No tenían dinero, ni
dónde vivir y estaban así
expuestas a serios peligros de inmoralidad.
Con una notable intuición para vencer
obstáculos, Padre Brisson
tomó cuidado de esas jóvenes.
Adquirió un edificio, ofreciendo a un
grupo de jóvenes obreras, comida,
alojamiento y hasta trabajo en el
lugar. Entrenó, con este fin, a un
grupo de voluntarias, pero, por más
devotas que fuesen, faltaba estabilidad para
la obra. No se trataba
sólo de alimentar a las
jóvenes, sino también de educarlas en su fe
y
protegerlas contra el peligro moral. Dios
tenía prevista esa necesidad
y envió a alguien exactamente con ese
carisma: Léonie Aviat. Estaba
dotada con una inteligencia creativa y con
gran espíritu de iniciativa.
Cuando Léonie tenía 22
años, para llegar a una decisión
definitiva,
hizo un retiro espiritual en la
Visitación. Como conocedor de su vida
interior, de su generosidad, de su don para
la organización y de su
habilidad para comprender a las personas y
situaciones, Padre
Brisson procuró su
colaboración.
De acuerdo con sus dos directores
espirituales, ella no retornó a su
casa, sino que asumió la
responsabilidad de la fundación para las
jóvenes operarias, desde entonces
conocida como "Obra Obrera".
Eso aconteció el 18 de abril de
1866.
El 30 de octubre de 1868, junto con una de
sus compañeras de su vida
de pensionado, recibió el
hábito de la nueva congregación, de manos
de Dom Mermillod de Ginebra. Dios le dio
también un nombre nuevo:
Hermana Francisca de Sales.
Aceptando su nuevo nombre, emprendió
una manera de vida que iba a
cumplir a la perfección. Padre Brisson
le dijo: "Tenemos una gran
responsabilidad en esta obra, y de ti va a
depender la realización de
las esperanzas, que se basan en ella".
El 11 de octubre de 1871, hizo su
profesión religiosa en presencia de
'Dom de Segur'. El propósito de ella
era: "Olvidarme totalmente de
mí". Iba a confirmar, más
tarde, esa resolución, con estas palabras:
"Que mi dedicación sea tan completa y
total, oh Dios mío, que mi
felicidad sea sacrificarte todo..."
La obra, llamada "Obra Obrera" se
extendía, abriendo numerosos
clubes juveniles y florecientes casas
familiares. Allí las jóvenes
pueden ser educadas en su fe al recibir un
entrenamiento práctico.
Una atmósfera de trabajo y de
sacrificio alegre las preparaban para la
vida adulta.
El entusiasmo ardiente de la Hermana
Francisca de Sales era
sustentado por su profunda fe y por el
impulso de dedicarse
completamente a los demás.
"Oh, sí", acostumbraba a decir,
"trabajemos por la felicidad de los
otros".
"Por amor a Dios es que soy religiosa y,
siéndolo, soy la sierva menor
de Dios; sirviendo a los otros y
soportándolos, hago el trabajo que mi
Señor y Maestro me
confió".
La Madre Aviat se tornó una obrera
entre las obreras. Les comunicó el
deseo de realizar bien su trabajo, hasta por
un mínimo salario. En todo
caso, el fin de semana, después de
separar su escaso salario, cada
joven conseguía poner algunos
céntimos en la caja de ahorros, que
Madre Aviat había creado para
ellas.
Era maravilloso ver que esas niñas
-algunas no tenían 12 años de
edad- tomaban conciencia de la dignidad del
trabajo y lo aceptaban
como viniendo de la mano paternal de Dios y
como un instrumento de
amor.
(Qué fácil era, en esa
atmósfera de lealtad tan amigable, comunicar a
las niñas y jóvenes una
educación y cultura cristianas! La elección
que
se hacía de los pasatiempos y de las
preferencias para los momentos
de ocio, eran muy adelantados en su tiempo y
eran comparables con
los métodos sociológicos de
hoy. Aquellas niñas eran conscientes de
que su potencialidad humana era envidiable y
que eso requería
normas exigentes de su parte.
Si una niña estaba enferma, su trabajo
era distribuido entre las demás,
y el salario completo le era dado a
ella.
Un día, una joven llegó con una
rabieta; en la misma noche, encontró
en su cama un paquetito, un regalo de una de
las niñas, que lo tenía
preparado para sí misma.
Otro ejemplo: una mujer pobre de la vecindad
no había abierto su
puerta durante varios días. Un olor de
muerte atrajo la atención de un
transeúnte, pero nadie quiso entrar en
la casa. Una de las jóvenes
obreras pidió valientemente que un
hombre abriese la puerta a la
fuerza. Ella entró en la casa. Al
encontrar a la mujer muerta, ordenó la
choza en que se encontraba. Le preguntaron:
"Pero díganos ¿dónde
encontró el coraje para hacer eso?"
Con mucha sencillez, respondió:
"Soy una joven de la Casa de P. Brisson. Debo
corresponder a sus
expectativas."
Una leyenda dorada en el puro espíritu
del Evangelio podría ser
escrita a partir de muchas otras acciones de
este tipo, brotando de los
corazones de los más pobres. De
allí surgió el apostolado fabril, esto
es, el apostolado de niña a
niña. El retiro espiritual anual de Padre
Brisson reunía de 400 a 500
niñas y jóvenes.
Padre Brisson tuvo razón:
Léonie Aviat, bajo el nombre de Madre
Francisca de Sales, era la inestimable
auxiliar que había esperado.
Como poseía el don de suscitar, en los
económicamente bien
situados, un brote vigoroso de caridad
-igualando, a veces, a los
tiempos de los Apóstoles-
asumió el papel ingrato de proveedor,
encontrando siempre el dinero para pagar las
deudas, mientras
aceptaba la fatiga, las humillaciones y la
oposición malévola contra la
realización de su misión.
De común acuerdo, los Fundadores
acrecentaron su apostolado con
escuelas primarias, pensionados para las
hijas de la clase media y las
de élite.
Después de instalar bien las casas en
Troyes, Madre Aviat se
estableció en París para
reorganizar dos pensionados. Padre Brisson
deseaba que todas las clases de la sociedad
se beneficiaran del
espíritu de San Francisco de Sales por
la práctica del Directorio
Espiritual de éste. De hecho, puede
ser usado por laicos, como
también por los que optan por la vida
religiosa.
Madre Aviat iba a permanecer ocho años
en París; era un gran
sacrificio para ella dejar la "Obra Obrera",
la finalidad de su vocación.
Era una ruptura en su vida... ¡Pero
qué delicados eran sus
sentimientos en cuanto a la sumisión a
la Voluntad de Dios!
"Seamos pequeños instrumentos en las
manos de Dios y permitamos
que haga uso de nosotros según sus
complacencias".
"¡Sí, Dios mío, sí!
Siempre sí a tu divina Voluntad"
La aceptación de la Voluntad de Dios
está muy ligada a su fidelidad en
vivir el 'momento presente'.
"Vivamos el momento presente para recibir las
gracias que trae
consigo".
"No debes desear vivir fuera del 'momento
presente'. Él contiene la
luz que debes seguir y la ayuda necesaria
para cada circunstancia".
En París, su bienhechora influencia se
ejerció en las estudiantes de la
alta sociedad tanto como lo había
logrado con las jóvenes obreras.
Cuando, cumplido su tiempo allí,
volvió a Troyes, padre Brisson
estaba pasando una situación
difícil con las Autoridades
Eclesiásticas.
Esta es la suerte de todos los Fundadores.
Durante cuatro años, la
propia Madre Aviat tenía que sufrir
malentendidos por parte de su
comunidad. Pone, entonces, en práctica
lo que enseñó:
"Los momentos difíciles, siendo tan
penosos a nuestra naturaleza, nos
llevan más cerca de nuestro
Salvador".
"Miremos todos los obstáculos como
permitidos por Dios.
Establezcamos la caridad y la confianza en
nuestro corazón, para que
nosotros, Hermanas, podamos practicar lo que
complace al Corazón
de Dios y lo que todo alcanza."
"El espíritu de caridad es adquirido
practicando la humildad".
"Madre Francisca de Sales es, sobre todo, un
eminente modelo de
caridad perfecta. Su amor es una maravilla de
fortaleza y de sencillez.
¿Cómo y por qué
podía tener tanta simplicidad y, no obstante, ser
tan
fuerte? Para ella, la fuerza y la simplicidad
eran la manera de amar. 'Es
la caridad' dice San Pablo, 'que nos lleva a
la perfección'. Tenemos
que mirar sólo el amor antes de
considerar, por otro lado, esas dos
virtudes, tan aparente y eminentemente
presentes en la caridad, y tan
paradojalmente relacionadas entre sí".
(Cardenal Garrone).
En 1893, Madre Aviat fue reelecta Superiora
General, cargo que iba a
desempeñar hasta su muerte.
"En la época, cuando se encargó
de su Congregación
-definitivamente- le parecía que
oía estas palabras: 'Serás superiora
porque Yo quiero gobernarlo todo.' Era Dios
hablando. No es posible
decir de un modo más exacto
dónde encontraba ella la fuente de su
simplicidad. Dependía enteramente de
Dios en quien hallaba el
manantial de su fortaleza. Dios se
servía de ella como de un
instrumento sin resistencias". (Cardenal
Garrone)
Ella dio una base sólida a las
fundaciones existentes o a aquellas que
se estaban desarrollando. Ya había
Misiones establecidas en África
del Sur y otras iniciándose en Ecuador
(América del Sur). En Europa,
sus hijas fueron bien recibidas en Suiza,
Austria, Inglaterra e Italia.
Eso fue lo que Dios permitió en vistas
de la terrible tempestad que iba
a afectar a Francia , cuando las
Congregaciones Religiosas serían
dispersadas por la confiscación de sus
propiedades. Esas leyes
llegaron a regir en 1903. En Francia,
veintiún casas bien establecidas,
cuatro en andamiento de ser organizadas, y
seis donde las Hermanas
trabajaban junto con los Padres Oblatos, eran
cerradas en el mismo
día, para ser entregadas al
liquidador. Para las niñas y también para
sus familias, fue algo más que un
disgusto, fue una profunda aflicción.
Padre Brisson, con 87 años de edad, no
podía salir para vivir en el
exterior; por eso volvió a su casa
paterna en Plancy, mientras que
Madre Aviat tuvo que enfrentar la penosa
situación. Gracias al
ejemplo de su generosidad, todas sus hijas
confiaron totalmente en
ella. Con la intención de conservar lo
que podían de las casas y de las
escuelas de Francia, ella pidió a
algunas Hermanas el sacrificio de
usar ropa civil para continuar su
enseñanza y así evitar a las familias la
aflicción de ser cruelmente
abandonadas. Otras aceptaron partir para
países extranjeros. Ella misma fue al
exilio con sus asistentes. La Casa
Madre fue transferida para Peruggia. A partir
de ahora, Italia se
tornaría su segunda patria. Desde
allí perfeccionaba la nueva
organización de su Instituto,
estimulando el valor de las Hermanas con
sus visitas y sus cartas.
Su última y mayor prueba fue la muerte
de Padre Brisson. El 2 de
febrero de 1908, falleció, mientras en
su iglesia de Plancy, se cantaba
el >Numc dimittis=. Por una conmovedora
coincidencia, en el mismo
día, el liquidador estaba poniendo en
venta su propia cama en la que
estaba muriendo el amable sacerdote que
había abrigado a tantas
personas infelices.
Quince días antes, mientras estaba en
su cuarto en Peruggia, Madre
Aviat tuvo un aviso sobrenatural acerca de
que el Siervo de Dios
estaba cerca de su fin; ella lloró. En
ese momento, dos de sus
asistentes entraron en la habitación.
Cuando les dijo lo que sintió,
procuraron tranquilizarla. "No,"
insistió ella, "algo está aconteciendo
con Padre Brisson". En esa misma hora,
él estaba recibiendo la
Unción de los Enfermos. Un poco
más tarde, un telegrama confirmó su
doloroso presentimiento. Madre Francisca de
Sales viajó
inmediatamente para recibir su última
bendición y asistirlo en su
último suspiro. En el entierro,
experimentó la tristeza de estar perdida
en la multitud, sin su hábito
religioso, que no usaba para evitar llamar
la atención sobre el apostolado que
ella estaba procurando salvar.
En esta prueba, permanecía como el
consuelo de los demás: "Diga 'sí'
a la Voluntad divina, siguiendo el ejemplo de
Padre Brisson".
"La cruz nos une a nuestro Salvador; reunamos
todo nuestro ánimo
para cargarla con fe y prontitud
confiada".
Ella tenía aún seis años
de vida a su disposición para completar las
Constituciones de su Instituto, con vistas a
la aprobación definitiva.
Su Santidad el Papa León XIII
había concedido, en 1890, su aprobación
por diez años, Por causa de los
acontecimientos de Francia, esta
aprobación temporal había sido
extendida. En su exilio, Madre Aviat
apreciaba estar cerca de Roma y recibir
consejo directo de la Sagrada
Congregación para los Religiosos.
Padre Brisson le había comunicado
su amor por el Papa; ella consentía
con las instrucciones de la Santa
Iglesia para sí y para el Instituto.
En 1911, Su Santidad el Papa Pío X
dio su aprobación definitiva a las
Constituciones.
La tarea de la Fundadora estaba cumplida,
Dios estaba a punto de
llamarla, para "recompensarla con la
abundancia de su amor", como
San Francisco de Sales prometió en su
Directorio Espiritual, "a las
almas que hubiesen realizado todas sus
acciones en nombre de Dios y
sólo según su
complacencia".
Después de una breve dolencia
(neumonía bronquial), falleció,
confortada por la bendición de San
Pío X, el sábado 10 de enero de
1914. Un Padre Oblato estaba presente para
administrar la Unción de
los Enfermos y darle la última
bendición. Con fervor y serena
tranquilidad, dice: "Él va a darme los
últimos Sacramentos, deseo
profundamente recibir la Santa
Comunión y quiero recibirla ahora".
Después de la unción
volvió a expresar ese ardiente deseo.
Una vez que recibió a Nuestro
Señor, comenzó una prolongada
acción
de gracias, haciendo probablemente lo que
había recomendado a
menudo a sus Hijas: AAbandónense, con
total confianza, a la Voluntad
Divina@. Serena y calma fue su agonía.
El sacerdote sugirió que
uniese su corazón a la letanía
de Nuestra Señora que él iba a rezar.
Entonces, mostró una linda sonrisa, la
última... Era para María a quien
tanto amara.
Muy prontamente la noticia de su muerte se
esparció por la ciudad de
Peruggia. La gente se encaminaba a la Casa
Madre, deseando ver, por
última vez, a aquella que llamaban 'la
Santa'...
Los siguientes testimonios fueron dados por
las dos Reverendas
Madres que asistían a Madre Aviat
durante sus largos años a la cabeza
de la Congregación.
Madre Pupey-Girard: "Ella era heroica, mas
con simplicidad".
Madre de Cissey: "Su amor a Nuestro
Señor era tan ardiente y su sed
de perfección tan grande, que ella era
impulsada a difundir eso y
comunicarlo a aquellos que se encontraban a
su alrededor."
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